cap 4. MI AMIGO BURTON

Si alguien ha marcado especialmente mi paso por Holanda, ese ha sido Burton. Llegó a mí como una tabla salvavidas en pleno ahogamiento; en mitad de una reunión escolar. Cuando escuché su: “Si, hola, cómo están?, si, si, claro, yo hablo español….” la cara se me iluminó pensando que por fin había encontrado un compañero con el que charlar por las mañanas mientras sonaba el aviso de entrada al colegio. “Se acabaron las jornadas disimulando que entiendo todo pero que no hablo con nadie porque no me apetece”, pensé!!!


Burton tenía la piel negra, el cuerpo atlético y la mente espiritual. Procedía de los trópicos. Fue una de las primeras personas que me proporcionó las experiencias más divertidas y  surrealistas que he tenido ocasión de vivir en aquel país.
Cada mañana, le saludaba con alegría y descubría una faceta nueva: sabía hablar cuatro idiomas: español, inglés, holandés y una lengua autóctona de su país que nunca conseguí memorizar. Había trabajado en la marina durante casi 20 años, y como él mismo contaba, había visto pasar la muerte ante sus ojos en más de una ocasión, así que, por estás y otras razones no era capaz de comerse un plato de comida  sin antes rezar sus oraciones a Dios.  Burton no entendía porque nos empeñábamos en tener tantas cosas materiales si no eran necesarias para vivir.


Cierto día, estábamos charlando de la salud de los chicos. Él tenía sus teorías propias acerca de los métodos de curación. Yo le estaba contando que Josh se había sentido mal el día anterior: - “dolor de barriga”- le dije. “Yo creo que es porque se pegó un atracón de galletas y además…esta comida holandesa tan especiada… No consigo encontrar nada suave que comprar”. “¿Sabe cual es el remedio?”. “No se”- contesté- “¿traer la comida de España?, creo que me queda un poco lejos!” - dije riendo. “No. No” -se puso especialmente serio-  “cuando usted  llegué a casa ahora, lo que tiene que hacer es asar una manzana y hacerle cuatro cortes, uno a cada lado y dársela inmediatamente a comer…” “Ah!, si!, la manzana es astringente…”. “Hágalo!. Hágalo!. Pruebe y mañana me dice….” “Oh, bien, lo haré”- le contesté.
Reconozco que me pareció un tanto absurdo darle tanta importancia a una manzana. Cuatro cortes…. ásala…bufff!!!!! ¡¡¡¡¡qué pereza!!!! y entre mi pasotismo y mis pocas habilidades culinarias llegué a casa y lo único que hice fue ofrecerle una manzana entera a Josh,  pues  a la criatura no le apetecía tomar otra cosa.

Al día siguiente, Burton me preguntó como había ido la tarde anterior: “Oh muy bien, Josh está perfecto hoy. Creo que ya se le pasó el empacho”. “¿Hiso usted lo que le dije con la manzana?”, “Claaaaaaaaaro!”- mentí despiadadamente - “¿con los cuatro cortes como le dije?”-“ Si, si, exactamente como me dijiste”-“ Usted vio como él se recuperó con mi consejo, no?. Haga siempre yo que le digo y le irá bien. El próximo día le enseñaré las oraciones para purificar la  manzana antes de comérsela. Se lo digo a usted porque es española, si usted fuese holandesa no se lo habría dicho nunca”. Debí poner cara de estupor, pero fui salvada por la campana de salida de las clases…
Cuando el invierno hizo su aparición en Holanda, nuestras conversaciones matutinas cambiaron.
Nuestra atención se centraba ahora en la ropa adecuada que poner a los niños para esas inclementes  temperaturas, especialmente, para proteger determinadas zonas del cuerpo como ojos, oídos, garganta y en su caso, era de especial importancia protege bien…los huevos.


 Si, si, los huevos.

Esa parte tan importante en el hombre, “porque ustedes las mujeres lo tienen más fácil”- me dijo- es distinto. En los hombres es importante guardar bien la temperatura de los huevos, por que sino, no se pueden  hacer los hijos, usted sabe?”, “La mitad de los hombres holandeses no funcionan, no pueden tener hijos, no tienen ni idea, son unos ¿cómo lo llaman ustedes allá?.....¿muñecos?”. “Bueno, si, algo parecido creo que es” – contesté con malicia – “Así que, estos holandeses ni son hombres, ni son nada. Yo, a Nelson (mi hijo), siempre le digo que ha de ponerse bien caliente esta parte, para que él pueda ser un buen hombre en el futuro,  y pueda hacer muchos hijos a la mujer”.  Mientras que me contaba todo esto no dejaba de darse golpes una y otra vez en….sus huevos, y yo hacía unos esfuerzos tremendos para no bajar la mirada más allá de su cintura.
Descubrí que este tema le preocupaba especialmente  a Burton, casi  me atrevería  a decir que le obsesionaba. Así, la gran mayoría de nuestras conversaciones, estaban marcadas por….sus huevos. Sé que os sonará raro, pero él lo hablaba con la mayor naturalidad del mundo y yo tenía que hacer cada día un tremendo esfuerzo para no mirar a……  sus  huevos. Aunque, si he de ser sincera, ya  hasta me resultaban familiares, eran como dos amigos más que conversaban con nosotros por las mañanas. Imaginaos algo así:
-          “Hola Burton. Buenos días”
-          “Hola Sabina, qué tal?”
-          “Y tus huevos, cómo van?”
-          “Bien, gracias. Salúdalos tú misma, aquí están.”
-          “Ah, perdón no me había fijado. Buenos días  huevos de Burton”.
-          “Hola Sabi, te ves bien linda hoy…”
-          “Gracias chicos, vosotros también tenéis buen aspecto…”

Pero la gran anécdota, el mejor momento, la gran conversación que mantuve con Burton, fue el día que mi hijo Josh tuvo infección de oídos.

Había hecho un frío glaciar en Holanda. Los termómetros habían alcanzado temperaturas de 19 bajo cero. Y Josh pilló una buena infección de oídos. Así, ese lunes, no pudo ir al colegio. Al día siguiente, se lo estaba explicando a su profesora y cuando terminé de hablar con ella Burton me estaba esperando:
-          “¿Cómo fue?, ¿qué le ocurrió a Josh? Le escuché hablar con la maestra.”
-          “Oh, nada, lo normal con estas temperaturas, ha tenido infección de oídos.”
-          “¿Usted sabe porque le pasa esto?”
-          “Bueno, creo que si,¡¡¡¡¡¡ con este frío!!!!!….Además las clases de piscina….El otro día se quejaba de tener un oído taponado….Creo que se le quedó algo de agua dentro….no se….
Empecé a enfangarme en una larga explicación acerca de las infecciones. Mientras tanto, Burton me miraba y movía la cabeza con energía a uno y otro lado.
-          “….así que le llevé al médico y me dijo que era una otitis.”
-          “Ya, ya, pero ¿usted sabe porque le pasa esto a los niños de esta edad?”
-insistió.-          “Bueno, pues….”Entonces bajó la voz.  Ya se había hecho tarde y nos habíamos quedado prácticamente solos a la entrada del colegio, algo que posteriormente agradecí….

-          “A los niños de esta edad” - continuó- “les pasa esto porque….les están cresiendo…los huevos”.
-          “A….A….A…h…h….”- añadí como pude.

En ese momento imaginé la escena en la que le desvelaba al médico que si  mi hijo tenía infección de oídos era porque le estaban creciendo los huevos y acto seguido veía  como el médico, inspirado por mi aclaración, quemaba airadamente sus libros de medicina como si   de un manual de brujería se tratasen.
-          “¿Lo que usted tiene que hacer sabe que es?”- continuó de forma seria-
“Un remedio que yo he hecho durante toda mi vida”.
-          “….Bu-e-e-e-no… el mé-di-co…- dije, no sin cierto temor- …le ha mandado antibiótico….y está mucho mejor….”
-          “No, no, no, no. La cosa es mucho más sencilla. Lo que tiene que hacer usted,  es, aplicarle por la noche una buena capa en sus huevos  de este ungüento que se usa para respirar mejor, ¿cómo se llama?”
-          “Vips….Vaporub????”- dije con cara de pasmo.-          “Eso es, justamente. Le aplica una buena capa en los huevos del niño y después le pone unas medias de algodón para dormir. O mejor de lana. Y le deja dormir toda la noche con ellas. A la mañana siguiente ya verá usted como el dolor ha desaparecido….”
Desde luego, estoy segura que el dolor de oídos desaparecería, pero el de huevos…..rrrrrrrrrrrrrr……no quiero imaginarlo!!!! Mala bestia!!!!!!! ¡¡¡Cómo voy a escalfarle a mi hijo los huevos con Vips Vaporub así como así!!!!!????????!!!!!!

Reconozco que aquella conversación marcó un antes y un después entre nosotros y no pude volver a  comportarme igual con él. Mis conversaciones matutinas se fueron redujendo cada vez más, porque me asustaban sus lecciones de anatomía y salud, aunque las anécdotas no dejaron de sucederse, ahora, desde la lejanía, veo que esto solo fue el principio…..

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