cap 11. INICIO DEL COLEGIO. PARTE II

Efectivamente cambiaron a Josh de clase como bien me había dicho Clara.
El pobre estaba ya lo suficientemente perdido con la lengua como para encima asimilar  conceptos que no le correspondían aún. Decidí enterrar el hacha de guerra con miss Rhea, aunque solo fuera temporalmente. Ella se encargó de hacer lo mismo por su parte. Sabia decisión de ambas. “Quizá la he juzgado demasiado pronto”- pensé-. Aunque cada vez que recordaba la conversación mantenida en su despacho acerca del cambio de clase de Josh, un rubor extraño me subía a la cara con  un color a medio camino entre el rojo y el amarillo.
Ambas decidimos silenciosamente  no hablarnos, excepto para lo estrictamente necesario y creo que nuestra vida comenzó a funcionar mejor.
Y entonces fue cuando conocí a un ángel llamado Miss Eliana. Era la profesora por excelencia en la escuela, la miss entre las mises, la persona que todo el mundo adoraba. El sol en mitad de una tormenta.
La nueva profesora de Josh.
El cambio de grupo no había sido más que una tremenda suerte. Mereció la pena soportar el bochorno del fallido intento de conversación con Miss Rhea.  La vida me demostró una vez más, que muchas veces es necesario atravesar el bosque oscuro para vislumbrar el edén. Miss Eliana era lo mejor que le podía pasar a Josh en aquellos momentos. 
No había maestra en el colegio más comprensiva, paciente, bondadosa y dulce que ella.
Era de procedencia sudafricana, con un inglés perfecto y llevaba afincada en Holanda más de 10 años. Tenía el pelo rubio, los ojos azules y en calma y la piel cuasi transparente. Despedía un aroma fresco y su sonrisa comenzó a alumbrar los días oscuros de Josh. Nunca gritaba. Nunca levantaba la voz más que lo estrictamente necesario, pero todos los niños sabían que tenían que hacer, a cada momento, con una mirada suya.
Miss Eliana adoraba España. Había viajado en varias ocasiones a Andalucía porque su marido era un apasionado de Sierra Nevada.
Me contó que entendía perfectamente la situación por la que estaba pasando Josh. Y también la mía. Jamás escuché una palabra de desánimo de su boca. Siempre trataba de hablarme  pausadamente y vocalizando mucho. Y si en alguna ocasión se le olvidaba hacerlo, al día siguiente recibía una nota suya explicándome con detalle lo que tenía que hacer. La vida en la escuela se hizo mucho más fácil con su presencia y además todo se tornó aún mejor cuando me presentó a la persona que colaboraba con ella en clase. Miss Ivanka. Ambas llevaban la clase compartida y Miss Ivanka…..¡hablaba español! ¡¡¡¡Fabuloso!!!! ¡¡¡¡No podía creer la suerte que había tenido Josh con el cambio!!!!.

Sólo quedaba hacer amigos. Y eso debía hacerlo solo, ahí yo no podía ayudarle.
Por aquel entonces, Clara andaba un poco taciturna. Ella solía entender bien las clases y podía comunicarse sin mayores problemas, pero lo que más le estaba costando aprender eran las diferencias culturales. Para ella, jugar al fútbol o al corro no tenía ninguna consecuencia.
Para algunas  niñitas inglesas sí.
Los niños eran los que jugaban al balón y las niñas las que jugaban a ser profesoras de fitness.¿¿ Imagináis quién era la líder de este grupo de pequeñas féminas??Efectivamente. La hija de Liona, la personal trainer que daba las clases en el parque. La misma que me recordaba en cada sesión de fitness que el recorrido que se hacía corriendo por el parque era una vuelta corta. La misma que sofocaba una risita cada vez que salía el tema de mi famosa hazaña deportiva.
Pues sí, la líder de la clase de Clara era ella, Bertie. La hija de Liona. Una mini-copia de su madre.
Bertie había decidido que Clara formase parte de su selecto grupo de amigas, pero para ello había de someterse a los requisitos establecidos, es decir: nada de jugar al fútbol, nada de montar en los columpios, nada de jugar al  escondite. Sólo se jugaba a mamás entrenadoras, a mamás a secas y a karaokes. Bueno, a veces, también se podía jugar a ser Lady Gaga. Y por supuesto, ella decidía cada día quien era su mejor amiga. Así que, Clara no acababa de ubicarse del todo. Le tocó aprender las vicisitudes  de cualquier grupo social aliñado con las particularidades de otra lengua que no era la suya.
Eso en cuanto a normas sociales, pero nadie nos dijo lo de los cambios de hábitos alimenticios.

No os definiré ahora los comedores escolares. En mi caso, mi madre pertenecía a la generación de madres no trabajadoras, guardianas de la buena alimentación, nada de comida rápida y buenos pucheros hechos a fuego lento en ollas de baja presión. Mi madre, apenas trabajó fuera de casa, pues me concibió con sus ya pasados 40 años, en unos de esos despistes tan característicos de ayer y de hoy también. Total, que yo tuve conciencia de los comedores escolares cuando ya de maestra me quedaba a comer en el cole. Y ¿qué deciros? Pues que estaba un poco harta de las albóndigas jardinera y las lentejas con tortilla de patata. Pero, os aseguro que habría dado cualquier cosa por recuperar aquello para mis vástagos.

El primer choque se produjo el día de la reunión inicial, cuando tanto Marco como yo, nos volvimos locos buscando la cocina del centro y el comedor escolar. Alguien comentó algo del lunch y empezamos a darnos cuenta de que el concepto comedor escolar no era algo habitual allí.  A continuación, nos pasaron un formulario para solicitar pizza los viernes para los niños a la hora de comer y volvimos a despistarnos de nuevo. Intentamos preguntarle a Mr. Mistake, mi director favorito, pero fue imposible acercarnos hasta él porque se nos echaba encima la hora de la siguiente reunión en el colegio de pequeños y él seguía ocupado resolviendo no sé que trámite con una pareja de japoneses. Así que caminamos a toda prisa hacía el otro edificio y decidimos que allí preguntaríamos. Por un momento me empecé a preocupar, pensando que quizá lo típico aquí era que los niños volvieran a comer a casa cada día, pero el formulario de la pizza me despistaba, si eso fuera así  no darían el papelito, o, ¿es que sólo se podían quedar a comer los viernes en el colegio?. Todo esto se lo iba preguntado a Marco mientras llegábamos a la puerta. “Tienes que preguntar esto cuanto antes  Marco, no se como lo voy a hacer si vienen a comer a casa. No me veo preparando guisos cada día, la verdad.”- le dije.
Cuando la reunión concluyó pasamos a ver el centro. Al igual que en el otro, no encontramos rastro alguno de cocina. Pero en todas las clases había dos cajas grandes, una con el cartel de snack y otra con el cartel de lunch. Mi intuición empezó a adivinar qué significaba aquello. A la salida de una de las clases, nos topamos de frente  con Miss Rhea, que nos saludó presentándose personalmente. Marco le habló de la profesora que tenía asignada Josh en aquel entonces, la embarazadísima Catherine, llamándola como era costumbre para nosotros por su nombre de pila. Entonces Miss Rhea, le interrumpió casi de forma inmediata para decirle que a los profesores se les llamaba siempre Mister o Miss añadiendo después su nombre o apellido según ellos prefiriesen. Era una señal de deferencia hacia el maestro. Esta fue nuestra primera toma de contacto con Miss Rhea y supongo que no la causamos lo que se dice que  una buena impresión. Y eso que yo solo sonreía y decía de vez en cuando: “Fantastic school!!!”. Justo cuando ella ya se despedía de nosotros recordándonos que la profesora de Josh se llamaba Miss O’Connor, le recordé a Marco en perfecto español que le preguntase acerca de la comida diaria. Miss Rhea le miró con cara de cierta extrañeza y le dijo lo que yo llevaba intuyendo desde hacía un rato. Los niños traían un lunch de casa, ¿¿¿¿no habíamos oído hablar antes en nuestra vida del lunch???-nos preguntó con un deje de ironía. Yo intentaba entender lo que ambos hablaban, pero como no lo conseguía no tenía más remedio que interrumpir cada poco tiempo para saber si necesitaba hacer más preguntas. Finalmente, acabé obteniendo por respuesta una expresión airada de los dos y muy a mi pesar opté por callarme.
Cuando Miss Rhea se marchó, aguanté estoicamente los reproches de Marco acerca de mi falta de contención y después le pregunté a que se referían  exactamente al hablar del  famoso lunch.
-          “Sabi, se refieren a un  sándwich,. Hazte a la idea de que vivimos en Europa, nada de comer lentejas, ni cocido, ni macarrones. Un sándwich, me lo ha dicho bien claro.

-          Pero….¿¿¿y… cuándo llegue el frío???¿¿Cómo van a comer un triste sándwich?? Igual les podemos poner una tartera con un poco de arroz, o algo así…..¡¡¡¡¡¡¿¿¿¿Tú le has explicado que en España es diferente????¡¡¡¡¡¡¡¡


-          Me ha dicho muy claro que no quieren problemas con la comida y que mucho cuidado con mandar cosas que se puedan estropear. No hay ni microondas, ni nevera, Sabi. UN SANWICH.”
Me quedé  callada asimilando las novedades. No es que yo fuese una madre coraje, ni mucho menos. En cierto modo, he de admitir que  respiré aliviada pensando que no tenía que ir a recogerlos al colegio cuatro veces al día y que no me pasaría cocinando las mañanas enteras, pues no se si lo habría resistido, pero…..un sándwich……me apenaba imaginarme el duro invierno que les  esperaba comiendo sándwich día tras día….
Tendré  que pensar en algo ocurrente……, siempre que Miss Rhea no se dé cuenta, claro….., no parece que le hayamos caído muy bien. Ya se me ocurrirá algo, creo que me noto la cabeza  un poco bloqueada después de tanta reunión”.

Marco interrumpió el hilo de mis pensamientos:
-          “Por cierto, ¿qué te ha parecido Miss Rhea?”

A lo que contesté sin atisbo de duda:
-          “Una bruja, Marco. Una bruja despiadada”.

2 comentarios:

  1. jajjaa mi hija a estado en EEUU y me decia o mismo se llevaban un triste sanwich lo que ocurre qu cenais a las 6 te e leido el dia de la cena y a las 9 en la cama ...si es que como en españa no hay nada !!!!!mira que son raros!!! animo wapa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Eso, eso, que no decaiga el ánimo! aunque a base de sánwich es difícil mantener la moral alta, las cosas se ven de otro modo con una buena paella de por medio:-)

      Eliminar