La tarea diaria más difícil para mí era recoger a los niños del colegio.
Cada mañana, me levantaba con energía, pensando en las cosas que tenía programadas para ese día y pensaba: hoy lo haré mejor que ayer.
Desayunaba un café con leche, bien caliente, e intentaba no deprimirme demasiado al asomar mis bucles por la ventana y observar que estaba lloviendo al igual que el día anterior. Y empezaba a pensar en la logística que tendría que preparar para llegar hasta el colegio. No se por qué, desde el principio, esto me dio enormes dolores de cabeza.
Antes de tener la bici me agobiaba pensar en que condiciones llegaríamos hasta el colegio andando: ¿como sopas?, ¿como patos? o ¿como el Capitán Pescanova? Y después pensaba una y otra vez en el gran problema: si llevamos chubasquero, pantalón impermeable y botas de agua ¿qué hacen los niños con todo esto después?, ¿lo dejan allí o me lo llevo de vuelta a casa?. Si lo dejan allí, igual son los raros por llevar todo eso, y si no lo llevan igual también son los raros por no llevarlo. ¿Qué ropa es la más adecuada para estos casos: ¿deporte?.... ¿jeans? Bufffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffff………….Así todas las mañanas. Puede que os parezca muy frívolo, pero mi preocupación no se refería al hecho de ser más o menos modernos, sino fundamentalmente a dos factores:
- Uno: que tanto Clara como Josh no se pusieran malos por enfriamiento, porque si no tendría que ir al médico y me entraba pánico solo de pensar en llamar a la consulta y no entender a que hora me habían dado la cita.
- Y dos: me preocupaba en sobremanera que se sintieran como los inmigrantes que eran, es decir, completamente distintos al resto.
Los que tenéis hijos, sabréis de lo que hablo porque lo último que quieres es que tu hijo sea el raro, el solitario, el antisocial….., y los que no los tenéis, seguro que conocéis a alguien de otro país: ruso, polaco, alemán, chino, peruano, japonés…que desde el día que le visteis sabíais que era inmigrante; ¿por qué a veces los vemos y los sentimos siempre tan diferentes? Quizá este pensamiento solo es cosa mía, pero han sido tantas las conversaciones escuchadas en España acerca de las rarezas dispares de los inmigrantes, que ahora no podía evitar pensar que yo fuese medida por el mismo rasero. Ahora éramos nosotros los diferentes, los raros, y los que no sabíamos hablar y encima lo que decíamos lo hacíamos con mala pronunciación.
No podía evitar este pensamiento cada mañana. Así que cuando me veía sumergida en esta espiral de negatividad volvía a decirme: hoy lo haré mejor que ayer y decidida a cambiar las cosas abría la puerta del armario para buscar la ropa.
Pues como os decía, el organizar el paseo hasta el colegio cada día, me llevaba una media de diez minutos largos. Cuando tuvimos bici, la cosa mejoró, ya que las alforjas me daban a posibilidad de llevar pantalones y chubasqueros escondidos por doquier. Ahora empezaba a entender como funcionaban los holandeses y porque siempre estaban tan preparados para todo y en cualquier momento. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡El truco estaba en las alforjas!!!!!!!!!Así que, por un lado, la entrada al colegio ya estaba resuelta. Pero, ¿y la salida…..?
Se me debió quedar atragantada desde el primer día de escuela, por eso era para mí el momento más costoso de la jornada. Os pondré en antecedente:
El centro escolar estaba dividido en dos edificios. Un edificio, el de mayor tamaño, correspondía a la escuela primaria y el otro era para los niños de educación infantil, los pequeños. Los edificios estaban separados entre sí a una distancia de 500m, en calles diferentes. Y aunque en el colegio de primaria se resolvían todos los trámites administrativos y escolares, cada centro tenía sus propios directores.
El director principal, el de educación primaria, era un personaje singular: Mr. Mistake. Me hubiera encantado entender sus bromas, era afable y dicharachero, incluso tenía cierto atractivo físico ( hace poco descubrí que tenía casi 60 años, amaaaaaaaazing!!!!!). Siempre me trató muy bien, pero tengo dudas de si sabía que yo no entendía casi nada. Desde luego si lo sabía, supo disimularlo. Él seguía hablándome como si yo me enterase de todo, y yo se lo agradecía enormemente: primero porque no me hacía sentir diferente y segundo porque conseguía que me relajara y le hablara como si fuese anglosajona. Para mí, era un perfecto caballero inglés, pero con un sentido del humor fresco y natural, tipo Paco León. Nada que ver con su colega de cargo: Miss Rhea.
Miss Beatrix Rhea, la directora del colegio de infantil.
Miss Rhea nunca me trató con dulzura, es más se esforzaba mucho en tratarme mal, como si tuviera menos idea de la que aún tenía. La labor que hacía conmigo era poner caras raras en cuanto yo hablaba y corregir aquello que yo decía con su impecable acento inglés. Todo ello aderezado con una sonrisa sarcástica en la boca.
¡A-do-ra-ble!
Miss Rhea se encargó de hacerme la llegada al colegio un poquito más difícil si cabe. Al ser la directora del colegio de pequeños, era con la que más contacto tenía, ya que, cualquier evento de la escuela en el que participaras, había de ser previamente supervisado por ella. Representaba el estereotipo de inglesa a la perfección con su carácter metódico, el gesto impertérrito, y unas maneras demasiado correctas y estudiadas. Sus silabeos extremadamente acentuados al hablar me crispaban bastante. Era como si con cada “s” pronunciada asomara la cabeza una serpiente cascabel, que te anuncia un mordisco pero nunca sabrás cuando. Cada vez que la escuchaba, un millón de cuchillos me punzaban la cabeza. Supongo que esto es lo que le pasaba a ella conmigo cuando me oía maltratar su lengua de aquella forma. De ahí las caras de retorcimiento cuando aparecería por su despacho. Creo que según empezaba la frase:” Good morning Miss Rhea, sorry for my English” sus oídos comenzaban a chirriar. Evidentemente, nunca la pregunté que pensaba de mí, pero creo intuirlo. Quizá algo parecido a: “¿como alguien tan joven, con dos hijos a su cargo y en pleno siglo XXI, no tiene la formación suficiente como para saber el idioma por excelencia en el mundo entero?”. Para ella debía ser una especie de analfabeta, descendiente de alguna zona rural recóndita de los campos españoles…eso o….que me tenía mucha envidia por mi físico… ( ¡está bien, lo admito, me he pasado!….).
El peor episodio que recuerdo fue a los pocos días de empezar las clases. Josh estaba en pleno proceso de adaptación, es decir, iba al colegio cada día y salía como un papel en blanco.
No se enteraba de nada.
Sin comerlo ni beberlo, se encontró metido en una clase, rodeado de niños rubios, de ojos azules y niñas casi albinas que le miraban como si fuese un bicho raro por que no hablaba nada y jugaba solo durante todo el día. El pobre lo pasó bastante mal. No pasaba un día sin que nos preguntara que cuándo volvíamos a casa y cuanto quedaba para que terminase el año (le habíamos prometido que nuestra marcha solo era para un año y que pasado éste regresaríamos porque pensamos que este argumento le ayudaría a sobrellevar la situación). Y para sumar más inconvenientes al asunto, la profesora que le habían asignado estaba embarazada y en dos o tres meses estaría de baja, es decir, para cuando ambos estuvieran empezando a conocerse medianamente bien.
Uno de esos días, a la salida del colegio, Miss Rhea vino a buscarme y me mandó pasar a su despacho.
- “Siéntese Miss. Señero, por favor”- algo así como “Sit down, please” pero mucho mas enrevesado.
Me empecé a asustar cuando me dijo que Josh no se encontraba bien. Intenté preguntarla si le pasaba algo relacionado con su salud, pero no pasé de un tartamudeo. Miss Rhea, en lugar de cortar ese tartamudeo y leerme el pensamiento como hacían la gran mayoría de las personas cuando me veían atascada en alguna frase, me dejó hacer y abrió mucho los ojos, creo para mostrarme mi ineptitud. Deseché la idea de seguir preguntándole a Miss Rhea por la salud de Josh y le dije:
- ” What is the problem????”
Esto sonó demasiado directo para los formalismos ingleses y ella me corrigió casi inmediatamente:
- “ I would like to know if there is a problem, please….”
Y sonrió inmediatamente al terminar la frase, que, traducido al español sería: ” me gustaría saber si hay algún problema, por favor… (y perdón por mi mala educación y mis malos modos con usted, Miss Rhea)”. Esta última parte es en la que ella sonreía al terminar de corregirme.
- “OOOOh, Ok,….yes, sorry… come on….”
De nuevo, me corrigió con un:
- “Tell me, PLEASE”.
Me estaba empezando a hartar tanto formalismo, así que para intentar zanjar el tema de una vez por todas repetí: PLEASE y tomé la determinación de no volver a hablar hasta que se me solicitara.
Miss Rhea empezó a hablar deprisa, y bajito, y yo intentaba “cazar” algunas frases…..¡que digo frases!...... algunas palabras nada más. Entendí algo parecido a “December, birthday, teacher…..” Cada vez me ponía más nerviosa porque escuchaba sin cesar el nombre de Josh, y no acertaba a adivinar si era para bien o para mal. Lo peor es que no podía hacer nada para parar aquella situación. En un momento determinado, Miss Rhea me hizo una pregunta y contesté que si. Inmediatamente, ella dejó de hablar y volvió a repetir la pegunta. Dubitativa, respondí de nuevo que si y casi simultáneamente que no. Se levantó y salió de detrás de su mesa.
Me percaté entonces de su físico.
Era bajita y delgada. Tenía el pelo cortado a media melena, liso y perfectamente colocado. Las manos finas y huesudas, con las uñas cortas, impolutas y arregladas a la perfección. Usaba gafas de montura de metal, que se sostenían solas en el filo de su puntiaguda nariz, excepto cuando hablaba conmigo, que las sujetaba con la mano izquierda levantado el dedo meñique en un gesto, supongo, millones de veces repetido, al levantar una taza de té. ¡Oh Dios!, ¡era insoportablemente perfecta! A su lado yo debía parecer poco menos que una especie de pordiosera, con el pelo alborotado, los pantalones pitillo y la camiseta de un grupo de rock, haciendo esfuerzos sobrehumanos para intentar contestar a sus preguntas e intentando parecer una madre de esas de libro, perfectas, con las uñas bien arregladas y el pelo liso. Me miraba a los ojos directamente sin disimular ni un ápice su desprecio hacia mí y según pasaba el tiempo y yo la irritaba, silabeaba más y más.
Se sentó en el borde de la mesa, justo a mi lado y con su voz estridente me dijo:
- “Yo-ur-hus-band-is-wor-king-now??????
- Yes, yes. It’s working…………she…….he….. is working- sonreí. ¿Cómo no se me había ocurrido antes??!!!, Si llamaba a Marco él lo solucionaría todo!!!!!!Él la entendería!!!!!
- O-K-I-call-him-in……ten-mi-nu-tes?
- OK. You can call in one hour.
- IN ONE HOUR???????!!!!!
- No, no, no, no, in ten minutes…..more or less……around…..ten minutes, ok???
- Ok, my dearest.”
Y regresó a su sitio suspirando.
La pequeña conversación debía haberla agotado por completo, pues por más que intentaba colocar sus gafas en el filo de su nariz éstas se resistían a quedarse quietas y bajaban un par de milímetros más abajo de lo que les correspondía.
Miss Rhea buscó en el archivo del ordenador la ficha de nuestra familia y giró la pantalla para mostrarme el número de teléfono de Marco, debió pensar que esta operación era mucho más sencilla que pedirme que le dictase el número yo misma..
- “Yes, si, si, oh……. sorry, yes”- contesté.
Y decidió que había sido suficiente para ella. Se levantó de nuevo y me tomó del brazo “amablemente” indicándome que saliera del despacho.
- “Ohhhh, Miss Rhea, sorry for my English…but I have an English course for me….”
- “Ok, OK, Miss Señero, ok,well done. In ten minutes, I call Mr. Señero. In ten minutes…..”
- “Oh good. Thanks, Miss Rhea and….”
- “Noooo, no, Miss Señero. See you tomorrow.
Esta última conversación transcurrió en el filo de la puerta del despacho, entre mi resistencia a irme y el discreto empujoncito que ella daba a mi brazo.
Salí de allí recriminándome varias cosas:
- en primer lugar, el no saber hablar.
- en segundo lugar, mi insistencia en disculparme por no saber
- y en tercer lugar, el hecho de haberle contado mi vida a alguien que no tenía el más mínimo interés en escuchar.
¿Por qué me empeñaba en hacer estas cosas? Tenía que haber zanjado el tema desde el principio, “I don’t understand you. Can you call to my husband, PLEASE????”
Sumergida andaba yo en estos pensamientos, cuando sentí un tirón en la manga de mi chaqueta:
- “Mamá……- me dijo Clara- Miss Rhea te estaba diciendo que van a cambiar de clase a Josh….
- Si cariño, si…………- contesté sin escuchar.”
En el fondo, esta mujer se parecía bastante al director del colegio de enfrente, el de los famosos cursos de idiomas. Ambos se consideraban seres superiores por el hecho de saber inglés…pero…. ¿por qué narices me costaba tanto? ¿Por qué no era capaz de entender a esta diminuta señora? ……. De pronto reaccioné:
-“ ¿QUÉ HAS DICHO, CLARA?
- Que Miss Rhea te estaba diciendo que se han equivocado con Josh y tienen que cambiarle de clase, por eso te hablaba de su fecha de nacimiento….”
Me paré en seco en medio de la calle.
- “Clara, cariño,¿¿¿ estás segura???¿¿¿Tú………tú……. has entendido lo que ha dicho Miss Rhea?????
- Creo que…sí.
- A ver, repítemelo.
- Pues mamá, Miss Rhea te decía que Josh está en grupo 3, pero que le tienen que cambiar a grupo 2, porque él ha nacido en Diciembre y tiene 5 años, tiene que estar en otro grupo, en el de cinco años…..También ha dicho que cree que él estará mejor en el grupo anterior porque estará con niños de su edad y que como no entiende nada va a ser más fácil para él si le cambian… Te ha dicho que decidas algo y se lo digas mañana..…….
- ¿¿¿¿???........Y……… ¿qué he respondido yo cuando me ha preguntado eso Clara?
- No se, creo que has dicho: Yes, it’s perfect; no, that’s fine; I don’t know…..”
Cogí el teléfono y marqué el número de Marco a toda prisa sopesando rápidamente si merecía la pena interrumpirle en plena reunión de trabajo. Mi angustia decidió que sí, tenía que ponerle en antecedente antes de que Miss Rhea le llamara pues bastante tocada había quedado ya mi dignidad como para que también a él le pillara por sorpresa….
Cuando estaban sonando los avisos de llamada, una vez más, me pregunté porque me tenían que pasar a mi estas cosas…..
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